No resulta sencillo subirse en un techo para arreglar las “tejas corridas”, especie de desviación que ocurre en cualquiera de esas filas de las piezas fabricadas de barro que coronan los techos más antiguos de Trinidad. Tal labor es de primer orden para quienes habitan casas viejísimas si no quieren sufrir las filtraciones de agua (goteras) en medio de un chaparrón.
En esta oportunidad, somos testigos de dos momentos de la construcción de la vivienda trinitaria, desde una perspectiva atípica: a la derecha las tejas criollas, tan viejas como esta villa, hechas en sus inicios a partir del muslo del fabricante como único molde. Del otro lado las tejas planas o francesas, más jóvenes, realizadas por máquinas.
En tiempos donde las cubiertas planas de hormigón, las conocidas “placas”, resultan soluciones más duraderas, este hombre se aferra a sus tejas coloniales. ¿Acaso no es una forma de amar el Patrimonio?
A TRAVÉS DEL TIEMPO
La Logia Luz del Sur, en la calle Lino Pérez, empedrada por ese entonces, sin el asfalto ni las alcantarillas, a veces hediondas.